miércoles, 31 de enero de 2007

El lado oscuro de la dieta


Hay gente que nació con un pan debajo del brazo. El mio yo creo que me lo comí antes de nacer, y, como castigo, vivo a dieta. Eso si que es un castigo divino y eterno, no el de Adán y Eva, que por cierto, no se lo cree nadie. Porque yo me imagino a Dios ahí en plena rueda de prensa en el Paraíso diciendo: "Bueno, todos estos terrenos están a vuestra plena disposición para usarlos como queráis. Podéis procrear en el suelo, lamer las farolas de chocolate, bañaros en el río de leche y miel, coger todo lo que queráis del Corte Inglés que tenéis ahí enfrente y edificar todo lo que queráis para especular peeeeero... el arbolito chiquitín aquel con manzanas que hay allí. Ese no me lo toquéis". Si es que yo no sé como no levantó la mano Adán y dijo: "Amo a ver Dios, ¿tu te crees que yo soy gilipollas?". Bueno, no levantó la mano porque Eva fue directa a las manzanas y no le dio tiempo. Ahí no había serpiente ni gaitas, ahí lo que había es un dietista loco que le dijo que tenía que comer cada dos horas tres kiwis, dos mandarinas y una manzana. Y joder, la pobre Eva que iba a hacer, si se había tirado todas las navidades lamiendo farolas de chocolate ( origen etimológico del término "abrazafarolas") y no le cabía la hoja de parra.



Toda nuestra desgracia como puteada humanidad que no supo vencer a las tentaciones se basa en una tía que estaba gorda. Fijo. Porque si no yo no me lo explico: "¡Hala! ¡expulsados del Paraíso! ¡por gordos!". Así nos van las cosas, que se ha creado un estereotipo en la sociedad de que somos unos apestados ¿qué no?. Anda, que seguro que en tu pandilla del cole estaba el típico amigo gordo o gorda (al que llamabas 'el gordo' valga la redundancia), del que se mofaban todos. En el fondo se le quería, pero si alguien se metía contigo porque habías dicho una chorrada, tu de momento usabas el cabeza de turco y decías: "Sí, pero mira el gordo, que es más tonto". Y entonces todo el mundo se reía del gordo y se olvidaba de lo que se estaba riendo antes. Hombre, yo lo sé porque lo he sido. Y también me reía si se reían de mí, porque aunque era triste, pensaba que así hacía abdominales y podía comer más. Sí, es que yo era gorda, pero a conciencia. Vamos, que me lo proponía. Ya de pequeña corre la leyenda urbana de que me escapaba de la cuna para robarle los chorizos a mi abuela. Mis tíos dicen que es verdad, pero no me termino yo de ver a lo Indiana Jones por los pasillos de la casa de mi abuela pa coger un mísero chorizo. Seguro que hubiera cogio una barra de pan también. Cuando hacían este tipo de comentarios mi abuela siempre lograba reconfortarme con frases del tipo de: "Tu tranquila, que en el mundo siempre ha habido gordos y flacos" y "tú no te sulfures que mientras la tela se venda por metros...". La verdad es que creo que son de las mejores frases de la historia. Por lo menos de las que más cargo de conciencia te quitan de encima para poder seguir comiendo.



Pero mí del tema de los gordos, es que me llama mucho la atención. Su socialización, por ejemplo. Para que un gordo sea integrado en el grupo (nunca del todo, siempre será "el gordo", no una persona más, es cruel pero real), es necesario que sea gracioso. Si el gordo no hace gracia es inmediatamente expulsado y calificado como "gordo de mierda" que será objetivo de numerosos insultos, críticas y balonazos en el patio del recreo. Y esto lo podemos ver perfectamente en cualquier partido del Real Madrid. Bueno, ya no, porque han echado a Ronaldo, después de tanto putearlo al pobre. Que ni puta gracia le ha hecho, a pesar de estar gordo.



Yo digievolucioné a gorda graciosa. La verdad es que ser la gorda graciosa durante la época escolar y parte de la secundaria (con mis maravillosas imitaciones de todos los programas de El Informal) te da cierta reputación y relevancia pública, lo cual, siendo gordo, es muy meritorio. Te saludan, te quieren y te sientes como una estrella de celuloide paseando por Broadway. Pero los tíos no te hacen ni puto caso y pasas a ser la gorda graciosa que se hace amiga de los tíos y/o escucha a las amigas buenorras pavas que leen la Vale y la Superpop. Que te haces un puto topo, vamos.



Es interesante como criarte entre dos bandos te hace ver las cosas de otra manera. Tengo mucho que agradecerle a mi sobrepeso porque sino no hubiera desarrollado estas increíbles teorías que tantos comentarios despiertan a diario en este famoso Blog por el que me nombrarán en breve la primera presidenta de los Estados Unidos. Pero sí, realmente ves las cosas de otra manera. Yo creo que los gordos maduran antes. También es normal, la fruta que más pesa es la que se va a caer antes del árbol...



Podríamos seguir hablando y hablando sobre esto, pero creo que eso es mejor desarrollarlo en próximos capítulos para no espesar demasiado el ambiente.



Centrémonos en la condena. La niña está gorda, la niña a dieta. Pues nada, hice una, oootra, oootra, oootra... la de la alcachofa, la de la Rociíto, la de la sopa asquerosa. Madre mía tantas que ni me acuerdo. Pero ahora estoy haciendo la más divertida.



Voy a un dietista que está loco y me toca el culo. Tu vas, te sientas, te toca el culo y te dice: "Hmmm no tienes celulitis". Digo, bueno, pos mira que bien. Pero para decir eso no creo que tengas que sobarme el culo en movimiento circulares. "Muy bien, ahora vamos a medirte", acto seguido coge un metro y te mide: pecho, cintura y cadera. Tú miras como diciendo, a ver si voy a tener que venir aquí todas las semanas a darte 35 euros porque me toques el culo y las tetas, porque pa eso me voy al centro y me sale gratis. Entonces él, en un acto de inteligencia súbito, mientras te mide la cintura dice: "¡Vaya! ¡qué alto tienes el ombligo!". Y dices: "Yasta. Este tío es tonto. ¿ Y no será que tengo los pantalones bajos...?".



En fin, luego una máquina sacada de 'Encuentros en la tercera fase' que inquietantemente se hace llamar 'tanita', saca un recibo como el de la luz y te dice la grasa que tienes y la materia corporal y todo eso. Un recibo que él finge mirar superinteresado mientras está pensando en la sorprendente colocación de mi ombligo a alturas insospechadas. Y te dice lo de todas las semanas: bueno, esta semana hemos bajado un poquito. Sigue comiendo lo mismo. No pruebes ni el pan, ni las patatas, ni el arroz, ni las legumbres, ni la pasta, ni la pizza. Y nada de alcohol.

"¿Follar puedo seguir follando no? que es lo único que le falta por prohibirme, calvo asqueroso. Pero que no se preocupe usted, porque ya no me acuerdo ni de la forma de nada de esas cosas que suenan a comida después de tres meses".

Las chicken fries esas que anuncian que dicen que es el pollo que se cree una patata frita, por ejemplo. Menos mal que no hicieron el estudio de mercado conmigo, porque yo creo que ya no distingo un sabor de otro. Le hubiera dicho: "muy bueno esto....que sabe a.... ¿Lechuga no es no?". Yo es que hay partes de las papilas gustativas que creo que ya están en desuso, vamos, inutilizadas por los restos más bien. La parte dulce ya no existe. A mí me sabe todo o semisalado o a nada. Es decir, a ensalada o a acompañamiento de ensalada. Incluso creo que hay casos de gente que se ha vuelto daltónica con las dietas. Para ellos existe el verde, y luego todo lo demás.


Sinceramente, yo es que me emociono con estos temas. Bueno, me emociono, lloro a lágrima viva. Yo en el final de 'El señor de los anillos' no lloraba con eso de la exaltación de la amistad y la llegada al final, al monte del destino. No. A mí cuando Sam le empieza a hablar de la Comarca y lo bonita que era y le nombra las fresas se me viene el mundo encima. "No Sam, no recuerdo el sabor de las fresas, no recuerdo el sabor de nada". Claro, álma de cántaro, qué vas a recordar, si llevas lo más grande andando por la tierra esa de Mordor con medio sandwichillo de pan élfico. Y Sam ahí aguantándose las lágrimas porque quería morir de un empacho, no engullido por el monte del destino.
Es que esta peli es la que mejor simboliza el calvario de estar a dieta. Bueno, y el mundo de los gordos. Gollum sería como el calvo loco de mi dietista, que se tira toda la película metiendose con el hobbit ceboso, es más, le acusa de comerse la comida de su amigo. Todo por los 35 € que vale el anillo (es que entonces estaban devaluadillos por la Tierra Media), que ya es mala leche. Y venga putear al gordo, que el otro se coge un trauma y va ahí medio muriéndose, anoréxico perdido, que no puede ni con el anillo ni nada. Menos mal que está el gordo pa llevarle a cuestas, que sino... Pero contraataca el puñetero dietista, que se empeña en que los gordos no deberían existir y quiere sus 35 euros de la consulta pa gastárselos en las rebajas. Y para más inri le pega un bocao en el dedo al anoréxico. Que a esto le encuentro explicación, porque el calvo loco, todo el día con la dieta del pescado, normal, pilla un cacho de carne y se vuelve loco.

"Mira la que has liado, Eva. Todo por culpa de que no te entraba la puñetera hoja de parra", le dijo Adán después de ver la trilogía.

Ahora Frodo ha vuelto a su estado natural. Normal, se ha relajado allí en la tierra eterna esa de los elfos de cuyo nombre mi alma friki no quiere acordarse. Y parece que nadie se acuerda ya de nada: "¿Eh? ¿es que no te acuerdas cuando salvé el mundo de la destrucción y la oscuridad?". Dicen: "calla gordo".
Pero es feliz, porque la pechá de fresas con nata que te estará metiendo entre pecho y espalda, no tiene precio.

Dí que sí,Frodo. Que que ahora con lo de la homologación de las tallas y lo del control en la pasarela cibeles, el problema está resuelto y hay tapavergüenzas al gusto del consumidor. De todas las tallas y colores.

Aunque a nosotros, a los gordos, siempre nos gustará más el verde. Qué remedio.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola soy QiQe y yo tambien soy un gordo....