lunes, 22 de enero de 2007

Yo soy yo y mis mascotas


Todo el mundo adora los perros y alguna vez desea un pony. Yo jugaba con camiones. Y debería haber seguido haciéndolo.



El caso es que los animales y yo nunca nos hemos entendido demasiado bien.




De pequeña jugaba con los gatos 'salvajes' que había por el campo. Sí, con el tiempo me civilicé, pero hasta los siete años fui una especie de 'loca de los gatos' que se los ponía en la cabeza, los tiraba y estaba llena de arañazos (como la vieja de los Simpsons). Se convirtió en una auténtica obsesión, tanto que hacía que mis padres me pusieran el plato de la comida debajo de la mesa (exquisiteces tales como paella con ketchup con patatas fritas encima que yo comía por entonces), andaba a cuatro patas y hacía como que me lamía las patas...


Dicho esto, hago un llamamiento: Papás, tened más de un hijo si no queréis que sufra algún tipo de enfermedad mental del tipo de las que yo padezco. Gracias.


Si continuamos en orden cronológico, debería contar ahora una anécdota (que no es un chiste). Yo iba al corral casi todos los días a por los huevos. Las gallinas y yo nos llevábamos bien. Bueno, digamos que vivíamos en una especie de Guerra fría. Es como si tú no te metes con la mafia, si tú no molestas, ella pasa de tí, no existes....pero como le toques los huevos, eso es otro cacarear. El caso es que pillaron un rebote del carajo y al día siguiente, allí me esperaban, enfiladas con el pico puesto a punto esperando la orden del gallo para atacar. Quién me diría cuando estaba cogiendo los huevos que acabaría usandolos como misiles contra ellas. Picotazos contra huevos. Ganaron los picotazos. Tanto que desde entonces no puedo ver a las gallinas ni en pintura....y yo sé que ellas me miran de reojo, sin dejar de vigilarme.
Llegados a este punto, no era de extrañar que mi primera mascota oficial fuera un gato al que llamé Misi, que pronto tuvo un amiguito: un jilguero, al que llamé Piti. Sí, efectivamente, no me comía el tarro con los nombres. Total, si los pájaros no tienen ni orejas, y si los llamas no te van a escuchar. Y el gato lo llamabas y daba igual porque pasaba de tí. El caso es que yo no sabía que los gatos y los pájaros...como que no pueden jugar mucho juntos, por peligro inminente de que el ser plumífero sea devorado. Pero yo (y mis cojones, que siempre han tenido la voz cantante en las decisiones), creyeron que merecía la pena intentar que fueran amigos. Podéis deducir cuál fue el futuro de Piti.
Yo pienso en Piti y siempre me acuerdo del periquito de 'Dos tontos muy tontos', cuando lo matan y los dos piensan que se le ha caído la cabeza y se la pegan con fixo. Pues eso, que su muerte me resulta tan siniestra a la par que absurda.

Misi era un crack. Tenía dos grandes aficiones: pegar lametones y dar cabezazos. Murió atropellado por un coche. La verdad es que la muerte de Micsi fue la que verdaderamente me causó un trauma, adoraba a mi gato y creo que es la mascota que más he querido. Y no tengo más que decir sobre eso, como diría Forrest Gump.
Después de superar su muerte probé suerte con las tortugas. Compré tres y me duraron una semana. No sé si es una buena media. Una murió estampada contra el suelo, otra de un empacho y creo que la última de un infarto, porque la postura que tenía era como la de los egipcios en los jeroglíficos. No les puse nombre porque no me dio tiempo, como habéis podido deducir.
Luego vino Danco, que es mi perro nómada estándar al que adopté porque algún cazador había abandonado, porque le daban miedo los cohetes. Es perro porque es perro de raza y de carácter, no podía ser más vago y más tonto el pobre mío. Nómada porque él mismo se busca la vida, pasa de mí y se va por ahí de golisqueo cuando le parece. Y estándar porque no es ni grande ni chico, es estándar. Pedigrí ninguno, ahora arroz y bollos come hasta reventar. Tú le tiras un palo y te mira como diciendo: '¿Pa qué lo tiras, tontalaba? ¿qué miras? ¿no me digas que pretendes que vaya?', se tumba bocarriba y sólo le falta hacerte el corte de manga.
No le tengo mucho cariño, pero es porque él no le tiene cariño a nadie. Es así de chungo. Querer requiere un esfuerzo, y él está demasiado ocupado al sol rascándose sus genitales de perro.

La última mascota que he tenido fue la más polémica. Yo la vi en una tienda de mascotas, pasando de todo. Era una especie de rata peluda con un culo enorme que miraba de reojo y tenía pinta de chunga. Ni qué decir tiene que fue un amor a primera vista. Al día siguiente fui a por ella, pensando que era un perrito de las praderas, y al final fue una ardilla richardson de Minessota. Yo le quería poner Henry Gale, por eso de que era de Minessota, pero al tiempo vi que era hembra, así que tenía que ir pensando en otro nombre. Le compré una bola de plástico para que corriera dentro. Y faltó poco para que su historial de fugas comenzace a crecer. Se tiró dos veces desde un segundo y no murió. Luego se escapaba de la jaula y de la bola por partes iguales. Se peló la nariz peluda que tenía a base de cabezazos contra la jaula y se partió los dos dientecillos que tenía varias veces. Entonces decidí que sería la aventurera, intrépida y fugitiva 'Lara Croft'. El destino de Lara estaba claro, un día, hará un par de meses, a pesar de tenerle la puerta de la jaula bien cerrada y con alambre (al más puro estilo Guantánamo), Lara se dio a la fuga, y ahora vive en el campo, rodeada de florecillas, excavando túneles con sus manitas y seguro que puteando a todos los pájaros y bichos campestres que se cruzan en su camino, porque menuda mala leche se gastaba la jodía. Yo no puedo evitar ver Prison Break y acordarme de ella, de hecho, creo que el guión se lo ha soplado ella o se han basado en su vida.
Es más, creo que estoy volviendome un poco paranoica con eso de la alteración de la naturaleza y el ecosistema, porque cada vez que pienso que está ahí fuera (entónese con la música de Expediente X de fondo), me entran escalofríos y no puedo quitarme de la cabeza un primer plano del ojo del koala de ese capítulo emblemático de Los Simpsons.

Bueno también probé por tener plantas, pero os imagináis el resultado, el factor regado es una cosa que a mí no se me termina de implantar en el cerebro...

En fin, estoy segura que después de todo esto la protectora de animales no querrá cuentas conmigo de ningún tipo. Pero yo les diría que se tranquilizasen, que no pienso tener más animales domésticos en mucho tiempo.

Exceptuando los bípedos.
(bueno y algún trípedo en vías de extinción)


...y a esos tampoco importa mucho si se les maltrata un poquitín.

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